
Raffles Place
Salí hacia aquí el lunes pasado después de una frugal (pero mortal) visita a mis amigos de Madrid. Y aunque coger un vuelo de 14 horas de resaca no es ninguna maravilla, tengo que reconocer que los aviones de Singapore Airlines (Boeing 777) son una pasada: servicio muy personalizado, un avión lo suficientemente grande como para jugar una partida de bolos en los pasillos, un media center individual incrustado el el asiendo de delante y dan bien de comer.
Las primeras impresiones al llegar al aeropuerto y tras conseguir que me firmasen el visado fueron de encontrarme en una ciudad donde nada es dejado al azar. Un aeropuerto que año tras año gana el premio del mejor del mundo (Changi Airport), un sistema de metro automatizado (literalmente, no hay conductor) que bien cubre casi toda la isla, indicaciones para que nadie se pierda en los 4 idiomas oficiales del país, que incluyen el inglés y… un calor de espanto al salir a la calle por primera vez!!!

Boat Quay
He estado antes en otros sitios donde te churruscabas andando por la calle, pero aquí es salir a la calle y ponerme a sudar a chorro. Además, con una humedad cercana al 100% los primeros días me sentía como intentar respirar agua. Por la noche no cambia mucho y al estar casi sobre el ecuador, va a ser así tanto en agosto como en diciembre.
La ciudad… veamos como la describo; Singapur es como el EuroDisney de Asia, lleno de zonas temáticas.
Giras una calle y sales en un templo indio, otra y apareces en un parque tropical, te mueves un poco más allá y terminas en un barrio red-light de China, sales de otra parada de metro y te encuentras en una plaza minúscula rodeada de rascacielos de 50 pisos.

Cangrejazos australianos
Se nota la influencia británica y sus costumbre de pegarse a los lados izquierdos (coches en la carretera, para estar quieto en las escaleras mecánicas, …). Y por supuesto, les encantan dos cosas: comprar y comer.
Esto está petaaaaado de centros comerciales infinitos, tiendas callejeras, negocios de tecnología, baretos chinos, Starbucks, foodcourts (algo así como el sambódromo de la comida) y miles de cosas más que se os puedan ocurrir. Algunas cosas son caras, como la estancia en un hotel (30 y pico euros la individual más barata) o y otras cosas no tanto, como por ejemplo comer en un lugar popular por algo menos de 3€.
En cuanto a lo personal, entre el cambio horario (6 horas más que en España) el terrible calor y eso de no dormir nada durante el vuelo, se me descolocó el horario de sueño y llevo desde entonces intentando ajustarlo.
De momento eso es todo, que ya me he cansado de contar. Seguiremos informando desde el frente, os dejo con algunas fotos más:

Fort Canning


Fort Canning